LA COSTUMBRE DE VIOLAR

La violencia sexual existe solo en el imaginario de las mujeres violadas. Esa era la afirmación de muchos hombres; sin embargo, las cifras desvelan una alarmante costumbre de violar: en los últimos tres años, 5,246 mujeres han sido violadas. Este fenómeno en El Salvador ha sido ocultado y muchas de las que han sufrido acoso sexual terminan siendo violadas.

En una sociedad en que la violencia se ha naturalizado, esta es parte de su historia, de su economía, de su trabajo, de un cogobierno en zonas controladas. La costumbre para muchos es la posesión de los cuerpos de las mujeres y de violar, lo que es parte de un contexto en el que nada es seguro. Las mujeres, donde sea que estén (en sus casas o caminando por la calle), temen por sus cuerpos consciente o inconscientemente; temen que alguien las toque y las viole, lo cual desencadena una serie de sensaciones, sentimientos y temores, porque el peligro es permanente. Las violaciones son violentas y se producen en espacios dominados por el miedo, donde la ley es la del hombre pandillero, padrastro, padre, tío, vecino o amigo sostenido por un sistema político y económico.

Las menores de edad presentan la cifra más alta en violaciones. De acuerdo con reportes de la Policía Nacional Civil, del año 2015 al 2017 se ha registrado a 5,246 mujeres violadas a escala nacional; para la Fiscalía General de la Republica, han sido 1,804. Se desconoce cuántos de estos casos fueron judicializados, debido a la poca sensibilidad del sistema de justicia.

Muchos estratos de la población están al servicio de los pandilleros; cientos de jóvenes operan desde de sus barrios, colonias, “call center”, bares del centro, pupuserías… Y las mujeres son para ellos uno de sus botines.

“Tenía 14 años, ya no quería estudiar. No porque fuera rebelde, como dice mi mamá, sino porque veía la dificultad de la casa. Yo les dije que quería trabajar, así me fui con una  señora vecina a trabajar a  una pupusería al centro; ahí era tranquilo, pero esa  zona es controlada por los bichos ‘pandilleros’.  Llegaban a comprar. Una vez cuando salí me siguieron, yo corrí, pero la siguiente vez no me salvé. Llegaron temprano y seis bichos me violaron. Fue  bien  feo; aún se me erizan los brazos cuando me acuerdo” (Xiomara, una joven sobreviviente de violación).

 

De acuerdo con datos oficiosos, desde el año 2015 hasta el 2017 fueron reportadas 854 mujeres violadas que tenían 14 años. Tener esa edad es un peligro para las mujeres.

Las relaciones sociales legitimadas que se basan en la violencia son parte del contexto cultural que se vive en El Salvador. Muchas veces su población se consterna por lo que ocurre en otros países, pero no por lo que le pasa a su vecina. Esto constituye una forma,  una costumbre para comunicarse, interactuar, socializar, negociar y resolver cualquier tipo de conflicto, sean estos entre las pandillas, narcotráfico, partidos políticos, poderes municipales, familia o pareja. Las  manifestaciones de violencia son la  forma de relacionarse tanto en los espacios micro como macro sociales, donde  muchas veces se instaura una cultura de miedo y poder de los cogobiernos, así como una cultura de castigo a las mujeres, lo que potencia el control sobre sus cuerpos, estén o no cercanas a las  redes del narcotráfico o a las pandillas, 

Continúa la pandemia de la violación en El Salvador: todos los departamentos reportan mujeres violadas, la mayoría de las veces sometidas por la fuerza física, por la dominación de sus cuerpos y de su sexualidad, intimidadas y debilitadas por el miedo, las amenazas, el acoso en una sociedad sumergida por la trilogía de la violencia (miedo, silencio e indiferencia). Según el Ministerio de Salud de El Salvador (MINSAL), 229 municipios son los reportados con violaciones a mujeres.

Las violaciones a las mujeres continúan en aumento, pues sumaron 3,574 hasta diciembre de 2017; mientras que de enero al 30 de abril del 2018 se proyectan 568. San Salvador, La Libertad, Santa Ana y Sonsonate continúan siendo los departamentos con mayores cifras de violaciones. No vamos a entrar en el desgaste polémico del manejo de las cifras, porque aún existen diferencias entre instituciones, por los subregistros y la ausencia de mecanismos adecuados para procesar la información; sin embargo, como señalamos hace cuatro años desde el Sistema Interactivo de Avisos de Violencia de Género (SIAVG), en El Salvador existe una pandemia y aún no se están realizando hechos concretos para detenerlo.

En este apartado pretendemos explorar las características que configuran la costumbre de violar, las cuales se derivan de muchos factores, pero preponderantemente de las relaciones de poder entre violación-género- muerte.

Y cuando nos encontramos con esta pandemia, no nos deja de venir a la memoria lo que Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, escribió:

“¿La mujer? Es muy sencillo, afirman los aficionados a las fórmulas simples: es una matriz, un ovario; es una hembra: basta esta palabra para definirla. En boca del hombre, el epíteto de ‘hembra’ suena como un insulto; sin embargo, no se avergüenza de su animalidad; se enorgullece, por el contrario, si de él se dice: ‘!Es un macho¡’. El término ‘hembra’ es peyorativo, no porque enraíce a la mujer en la naturaleza, sino porque la confina en su sexo; y este sexo le parece al hombre despreciable y enemigo hasta en las bestias inocentes, ello se debe, evidentemente, a la inquieta hostilidad que en él suscita la mujer; sin embargo, quiere encontrar en la biología una justificación a ese sentimiento… Y el hecho es que la mujer es una hembra. Pero si se quiere dejar de pensar por lugares comunes, dos cuestiones se plantean inmediatamente: ¿Qué representa la hembra en el reino animal? ¿Qué singular especie de hembra se realiza en la mujer?”.

Las violaciones en las mujeres representan un sufrimiento, un trauma social, un dolor que permanece en la memoria de ellas y de sus familias cuando se enteran; permanece en una memoria destrozada, construyendo una sociedad misógina, patriarcal, que es lo que estamos encontrando en los imaginarios colectivos de El Salvador

Riesgo Cruzado