Son apodos o motes que se pone para identificarlas o mejor dicho para estigmatizarlas. Una de las características que resalta, es el uso del “taca”, y es que las mujeres dentro de las pandillas es lo que se hace público y reconocible.
La denominación de esos nombres vulnera muchas veces la dignidad de la persona. Fuentes consultadas de la Policía Nacional Civil (PNC de El Salvador), y de perfiladores de estos grupos criminales, que han trabajado por varios años, reconocen que está práctica responde a la doctrina criminal de las pandillas, el denominado “taca” en las pandillas es aquel que cada pandillera se adjudica luego de alcanzar ciertos estatus dentro de la estructura; estos alias tienen relación con las habilidades que cada una de ellas tiene para delinquir o bien se les impone como una forma de rendir homenaje, para recordar a sus antecesoras que están en los centros de detención o fallecidas.
Lo que hoy en día el Estado de El Salvador llama guerra contra las pandillas, reconoce por primera vez el poder que poseen las mujeres en la estructura criminal, se les captura por: agrupaciones ilícitas, extorsión, homicidio, amenaza a la comunidad, administradora de las actividades ilícitas, de crear la red de alimentación para los detenidos, creación de caletas, mantenimiento de casas de seguridad, tráfico de drogas, tenencias de armas, sicarias e incluso hasta por pertenecer a cultos satánicos.
Es posible que algunas de las presuntas delincuentes posean apodos o motes, por su nivel de participación pues, en el submundo de la criminalidad es usual que entre ellas no se llamen por sus verdaderos nombres para no ser plenamente identificadas, por lo que, utilizan los seudónimos para reconocerse y no perder su identidad registral.
Aunque en la pila bautismal o en los registros de personas naturales (RPN) tengan otros nombres, se hacen llamar: la Baby, la Boxer, la Extraña, la Malandra, la China, Guacalchia, la Diabla, la Gata entre otros. La intención no es más que sembrar temor en los oídos de la población de la zona donde operaban, como, por ejemplo: mercados, colonias, barrios, incluso entre la policía.
Los más extravagantes, surgen por la fisonomía de las presuntas delincuentes. Con la captura de muchas homegirls en el marco Plan Control Territorial impulsado por el presidente Nayib Bukele desde abril 2022, surgieron a la luz una serie nombres como: La Extraña, La Mala, La Chacala, La Culebra, La Cuchilla, La Nervio y unos inverosímiles, la Payasa, La Candy, La Tamalera, Melcocha entre centeneras que se han conocido entre el 2020 y 2023.
Obviamente existe una tercera persona que pone esos apodos o motes; al igual que en la infancia se tiene un sobrenombre, muchas veces impuesto y algunas veces heredado de generación en generación ya sea por su abuelo, padre o en alusión al aspecto físico o por el parecido con algún personaje (la pantera rosa, la bimbo, Candy) con la diferencia que, las integrantes de las pandillas utilizan esta práctica como una estrategia para mantenerse en el anonimato dentro de la estructura organizativa; otras en cambio, responden para marcar su territorio o la zona en la que delinquen, dándoles esa relación de poder que esta nueva legión ha puesto al descubierto.
Sin embargo, esta epistemología de reconocerse y darse un poder se introyecta en el lenguaje policial -prácticamente obligado- y se ha vuelto parte de su narrativa. Durante este año, en el que el aparato del Estado impulsa la guerra contra las pandillas, la cuenta oficial de twitter de la Policía Nacional Civil, (PNC de El Salvador), se ha inundado de estos nombres; cuando dan a conocer a mujeres vinculadas a las estructuras de pandillas, lo primero que hacen es colocar estos “alias” con comillas incluidas, como si ese ejercicio de lenguaje le diera más peso al procedimiento de su captura.
Pero más allá del alias, lo que existe es una relación (expresión) de poder del Estado, donde la detenida – culpable o no- pierde el derecho a refutar el sobrenombre impuesto. Policías que trabajan en la formulación de los expedientes y la misma Fiscalía, admiten que se ven obligados a ponerlo para resaltar la minuta y darle más fuerza a la detención y reafirmar el delito.
La siguiente base de datos de alias está tomada de una muestra de las más 3,400 mujeres que hasta el 8 de mayo de 2022, han sido detenidas bajo el régimen de excepción, por estar señaladas o pertenecer a estructuras de pandillas o de colaborar; sin embargo, desde esa fecha, hasta ahora más mujeres han sido detenidas y la lista de “taca” sigue en aumento.
El uso de esta cultura de imponer estos nombres en las estructuras pandilleriles, puede tener, además, connotaciones de tipo cultural, que reconoce la parte más primitiva del ser humano y otra que considera un poco más importante, es la relación de quitar poder a la persona.
Numerosas de estas “taca” concentran -en el mayor de los casos- los defectos de las personas, calificarlas despectivamente, imponerles características físicas, psicológicas y socioculturales; usarlos es quitarles poder y nombre a quien lo lleva. Generalmente es para que mostrar debilidades y no fortalezas.
Reconstruir un diccionario de estas nuevas identidades requiere partir por entender el imaginario de las personas que conformar estos grupos criminales. Con esta muestra desarrollada hemos encontrados indicios de patrones basados en animales, series videográficas que ellos consumen por plataformas streming, publicidad de productos, iconos de marcas comerciales, personajes aspiracionales y una proporción menor por sus características delincuenciales como lo afirma lo afirma los perfiladores policiales.
La necesidad de la elaboración de discursos como resultado de un afán de ellos por dominar la sociedad por un conjunto de personas que conviven en un espacio y tiempo. Así jerigonzas pasaron del anonimato a lo cotidiano a la literatura. Estos rituales del habla que rodean a tribus son poco estudiados nos permite observar el poder que ejerce el culto y lo popular principalmente por la imitación de los paradigmas emanados por las pandillas.
Si hasta finales de siglos muchos de los nombres de nuestros padres y abuelos fueron tomados del famoso Almanaque Bristol inventado 1832 que con 365 nombres de santos católicos a los que él les asigno un día del año logro construir en muchas generaciones la base nombres de muchos pueblos de América Latina producto intromisión en la visión del mundo campesino y la hibridación urbano-rural estos grupos criminales con su lenguaje han logrado vender la idea del bienestar físico y por lo tanto lo social.
Algo muy similar hace la estructura piramidal que ejerce el mando dentro de las pandillas, el “taca” es sinónimo de respeto, es un patrón de conducta que empieza a temprana edad y apodar a una joven, es marcarla, etiquetarla para siempre y nadie lo refuta, por el contrario, aceptan la nueva identidad.
Son los líderes los que asignan el nuevo nombre, para poder manejar su estructura a su conveniencia Investigaciones realizadas desde el 2017 por el portal Háblame de Respeto sobre el comportamiento de las mujeres en la estructura pandilleril, han encontrado que esta práctica no puede cambiarse, porque podría adjudicarse como un símbolo de desobediencia, penalizado en sus códigos de conducta, obligándolas a cargar con esta marca, al igual que los tatuajes: de por vida.